excelentísimo material, escrito por ALDO MAZUCUELLI, CON DOBLE Z Y DOBLE C.
COMPARTIMOS TOTALMENTE EL ESCRITO DE MAZZUCCHELLI
SOLO UNA ACLARACION, DON ALDO LLAMA VACUNAS, A UN BREBAJE VENENOSO, PREPARADO A PROPÓSITO POR LOS FABRICANTES. LOS DATOS EN QUE SE BASA SON OFICIALES, O SEA SON DATOS APORTADOS POR LOS AUTORES DEL GENOCIDIO EN MARCHA. ERGO NO SON CONFIABLES...PERO... AUN NASI SON TESTIMONIO PALPABLE DE LO QUE PUEDEN LLEGAR A RECONOCER LOS SINIESTROS.
TAMPOCO SE TIENE CONSTANCIA DE QUE EXISTA ESE VIRUS FAMOSO.
FELICITACIONES AL AUTOR DEL ESCRITO.
IMAGEN DE CLULOSIJO
PORTADA
“No debería sorprendernos que el
pluralismo y la libertad de expresión, tan alabados en los países que se
proclaman democráticos, sean diariamente desautorizados por la censura y la
intolerancia hacia las opiniones no alineadas con la narrativa oficial. Manipulaciones
de este tipo se han convertido en la norma durante la llamada pandemia, en
detrimento de médicos, científicos y periodistas disidentes, que han sido
desacreditados y condenados al ostracismo por el mero hecho de atreverse a
cuestionar la eficacia de los sueros experimentales. Dos años después, la
verdad sobre los efectos adversos y la desafortunada gestión de la emergencia
sanitaria les ha dado la razón, pero la verdad se ignora obstinadamente porque
no se corresponde con lo que el sistema quería y sigue queriendo hoy.”
Por Aldo Mazzucchelli
La
cita anterior es parte de una declaración pública del ex Nuncio Apostólico de
los Estados Unidos, el arzobispo Carlo María Viganò -de quien publicamos un par
de cosas más en este número. Fue emitida en marzo de este año 2022.
El
hecho de que el emisor sea un católico notorio no disminuye -para mi- en nada
su veracidad. Al contrario: lo cito a propósito, para que usted ponga el grito
en el cielo y se ofenda de que todavía haya alguien que -sin ser un católico
practicante- cite a un católico en un escrito público no confesional.
Estoy seguro que el mismo hecho de que Viganò sea católico alcanza para que
unos cuantos lectores descarten su opinión, porque para esos lectores pesan más
sus prejuicios ideológicos y una visión parcializada de la historia, que los
hechos. Si usted es uno de esos lectores, además de negarse a ver los hechos
que tiene adelante de su cara, hechos notorios a que se refiere Viganò, usted
tiene un problema adicional. Ese problema adicional es que nadie, o casi nadie
de su círculo cercano le va a hablar con la franqueza con la que le hablaré
hoy.
En
efecto, usted se ha rodeado cuidadosamente de una burbuja de gente que no lo desafía. Que no se atreve a
decir nada distinto de lo que usted espera que digan.
Y si alguno dice algo muy distinto, usted silenciosamente lo va apartando de su
burbuja. O se va apartando usted. Porque para usted nada es más importante que
mantener a salvo su mundo, el mundo en el cual vivió hasta hace poco tiempo, y
en el cual quiere seguir viviendo. Si usted es uno de esos, usted es un miembro
del Partido de la Vacuna. Permítame que le describa en qué consiste su partido,
como se fue conformando en la última década, qué ofrece, y qué no podrá nunca
ofrecer.
En
el mundo en que usted se crió había unas cuantas certezas inamovibles. Era un
mundo de bienestar relativamente alto, o muy alto, o al menos tendiendo a
mejorar, en Uruguay. Era un mundo donde su partido político -no importa cual ni
de qué lado del espectro- tenía buenos argumentos, o argumentos razonablemente
buenos, para que usted pudiese seguirle creyendo. Era un mundo en el cual el
sistema democrático y republicano del Uruguay en el cual usted probablemente se
haya criado, funcionaba razonablemente bien. No perfectamente. Siempre hubo
algo de corrupción, pero la corrupción se combatía. El sistema estaba bastante
sano.
Era un mundo donde el sistema de salud funcionaba relativamente bien. No
perfectamente, desde luego. Siempre hubo errores médicos. Pero, en general, el
sistema hacía lo que podía con una eficacia razonable.
Era un mundo, en fin, donde los medios funcionaban bien. O por lo menos, se
publicaba información confiable, y se ventilaban varias opiniones distintas
sobre temas relevantes, y cada tanto había una polémica sobre asuntos realmente
importantes, de los que definen orientaciones de largo plazo, es decir temas
filosóficos -que mueven la mente y el corazón-, o temas de poder -que mueven la
propia seguridad vital-.
Si
usted está por debajo de los 40 años de edad, usted no se acuerda del tiempo de
los semanarios que se publicaban a la salida de la dictadura. Pero quizá sabe
que hubo una tradición en el país de un puñado de medios escritos
razonablemente críticos, razonablemente independientes. Criticaban de veras al
gobierno, y a veces incluso se metían con el poder. Contribuían a que se
investigase y eventualmente se metiese presos a algunos funcionarios corruptos.
Pasó bajo el primer gobierno del Dr. Sanguinetti. Pasó bajo el gobierno del Dr.
Lacalle Herrera. Pasó bajo el gobierno de Jorge Batlle. Los editoriales eran a
veces discrepantes en cosas sustanciales -no en si un funcionario de tercera
había falsificado un pasaporte, digamos- y la política internacional se cubría
ya bastante mal, pero no como ahora, en que la única cobertura consiste en
reproducir la letra única enlatada que dictan las agencias Reuters, AP o AFP,
invariablemente obsecuente con una única línea central de poder que viene de
Washington y Londres.
Aquel
mundo de cierta dialéctica, de partidos de oposición y de gobierno, de partidos
que controlaban y partidos que eran controlados aunque sea en parte, comenzó a
terminar aceleradamente en la segunda década de este siglo. Usted puede elegir
en qué año comenzó a sentirlo. Para mi se sintió ya desde la primera década,
cuando se fue perdiendo el interés en las discusiones políticas de fondo y
comenzó a cundir una especie de realismo cínico en donde la frase “es plata o
mierda” -repetida e impuesta a la izquierda, me acuerdo bastante bien, por
ejemplo, por gente del MPP- se volvió no una expresión de asqueroso cinismo,
que es lo que realmente es, sino algo que la gente que “entendía de las
realidades del poder” aceptó empezar a usar. Así es como se resumió el mundo de
la discusión cívica cuando la otrora oposición “principista” y “de izquierda”
tomó las riendas del poder. A esa altura el cansancio del poder y el desencanto
que consigo trae, que hacía muchos años había destruido la capacidad creativa
de los liberales -en sentido clásico- y de la derecha, empezó a conquistar
también a la izquierda.
Si
esto se empezó a expresar por entonces, yo diría que con la llegada de Vázquez
por segunda vez al gobierno la cuestión tomó un nivel de aceleración asombroso.
No por Vázquez, cuya figura cansada, ausente y sin ninguna idea resultaba casi
una fotocopia de pésima calidad de sus primeras apariciones públicas allá en
los lejanísimos años 90. Lo que estaba cambiando era algo a nivel del mundo,
algo a nivel de donde se deciden de veras todas las cosas que importan. Este
cambio era, en parte, la descreencia final en la democracia republicana, que ya
era una antigüedad para todos los que se mueven en el poder real -financiero,
informativo y tecnológico- desde hacía mucho. Y era, también, el despertar de
mucha gente común a informaciones y puntos de vista extra-sistémicos que, hasta
entonces, habían estado cuidadosamente dejados fuera de cualquier consideración
seria en la prensa grande. Hasta 2005 aproximadamente, se podía criticar al
gobierno norteamericano, pero no se podía informar sobre los múltiples detalles
-de ingeniería, de aviación, de política exterior- que hacen sospechar
severamente que lo de setiembre de 2001 fue una falsa bandera para empezar a
aumentar el control interno de la población, e implementar una nueva ola de
intervenciones militares norteamericanas. A partir de esa misma época todo el
mundo llevaba una cámara fotográfica en la mano y se convertía en un reportero
espontáneo. Los hechos siempre aparecían, y para que el poder pudiese mantener
el control tendría que inventar narrativas más poderosas y controlarlas mejor.
Periodistas profesionales, hasta ese momento, podían tener un momento de audaz
locura. Pero hasta ese momento nunca había habido un Julian Assange que montase
una organización de hackers y expusiese al mundo entero los repulsivos
entretelones del poder real en sus propios emails y comunicaciones privadas.
En Uruguay, todavía a fines de la segunda década -2019- tuvimos una elección
presidencial que tenía ciertos visos de realidad, de que algo se decidía en
ella, pero la verdad es que cualquiera que estuviese mirando lo que pasaba en
el mundo ya sabía bien que, no solo en el Uruguay no se decide nada que importe
a los uruguayos -salvo a los que están directamente implicados en los negocios
y negociados de poder y Estado-, sino que en las elecciones no se decide nada,
punto. Que había ya una sola ideología, que esa ideología global era la que
dicta el dinero que llega al país por múltiples vías, y que esa ideología -la
ideología del cambio climático, el género, y el globalismo, tres formas de la
venta de superioridad moral al costo de un ramito de perejil- era lo que se iba
a llevar, ganase quien ganase las elecciones.
Todo
lo anterior es cosmético. Lo importante, lo que me importa a mi, es cómo lo
vivió usted, que hoy es ferviente catecúmeno del Partido de la Vacuna. Usted se
sintió desengañado muchas veces, pero con el advenimiento de dinero fácil que
llegaba al país de muchas formas en la última década y pico, su nivel de vida material
mejoró, igual que el de muchísimos, de la gran mayoría. Algunos lo
interpretaron como un mérito de los gobiernos de izquierda. Otros, como una
consecuencia inevitable de coyunturas internacionales que no dependen en
absoluto de los gobiernos locales. La respuesta real a esta disyuntiva no
importa en absoluto, porque a cambio de ese dinero fácil sumado a un desdén
relativista por la realidad y la verdad, lo que se le abrió en bandeja al
ciudadano es la posibilidad de dejar de lado cualquier preocupación que no
fuese material y de status. El status, como pasa a menudo, se volvió la brújula
que empezó a orientar la vida de la gran mayoría. Especialmente de los jóvenes
que se criaron bajo aquel tiempo, nunca tan bien anticipado como en aquella
campaña de un canal cable que hablaba del “Nuevo Uruguayo”. El “Nuevo Uruguayo”
es el antecedente inmediato del “Partido de la Vacuna”. Solo que el primero era
una idiotez esperanzada, y el segundo es una idiotez cobarde. Pero sigamos
viendo el proceso que lleva de uno al otro.
La
vida del uruguayo pasó a centrarse exclusivamente en la guita, y el status. Ese
es el cambio decisivo que nos trajeron los gobiernos del siglo veintiuno, con
énfasis en la segunda década del mismo. Perdida la ilusión de que existiesen
ideales, o política pura; liquidado todo ánimo de justicia real o de pensar en
un rumbo para el país decidido en el país, al uruguayo le quedaba simplemente
acomodarse a las circunstancias y entretenerse, cambiar el coche, cambiar los
electrodomésticos, y elegir lugares más raros para veranear y subir las
correspondientes fotos al instagram. El que veraneaba en un lugar más barato o
más obvio, era peor.
Todo el mundo “accedió a la educación superior”, que es el modo canalla en el
cual se dice que se amplió la cantidad de títulos universitarios a cambio de
bajar la calidad de cada uno de ellos a nivel del zócalo. Yo trabajo adentro de
eso y lo sé de primera mano: nunca hubo una democratización del conocimiento:
lo que hubo fue un abaratamiento espiritual de los títulos. Hoy es facilísimo
obtener un título terciario que permita sumarse al mundo de una inmensa
burocracia, de un inmenso espacio de obediencia. La nueva política instalada en
los años dosmil no precisa técnicos ni gente formada: precisa cómplices, programadores
obedientes de lo que se les pida que programen, médicos que apliquen
protocolos, ingenieros que no pregunten por los costos sociales reales de sus
proyectos, y pasapapeles de toda laya que obedezcan y digan que sí a lo que
sea, a cambio de una carrera en ese servilismo donde la obediencia ignorante se
paga bastante bien. Esa actitud, la ignorancia o cerrar el ojo ante la
verdadera naturaleza y fines de lo que uno hace, que plaga casi todas las
carreras donde se puede obtener un trabajo, también contribuyó a que se
instalase el cinismo respecto de la discusión de ideas.
Es
un mundo que ha quedado reducido a una especie de “narcisismo principista”
-tremendo oxímoron. Un mundo donde se abandonó casi toda lucha no contaminada
por el interés mentiroso de terceros financiadores. Un mundo donde lo que se
proclama es que se lucha por “mi derecho a ser yo mismo”. Pero se sabe que ese
derecho está garantizado de arranque, pues desde hace mucho no hay en el mundo
occidental ni la más remota sombra de represión a ninguno de los caprichos del
ego, sino que al contrario, el poder real no hace otra cosa que estimularlos
24/7. Pelear contra un fantasma que no existe yendo a una marcha pacífica cada
tanto y posteando cosas radicales a cada rato, es facilísimo. Si encima me
pagan por ello, es doblemente fácil.
***
Aquel
mundo que se instaló, resumamos, llevó a que el materialismo más craso -algo
que siempre existió en cierto equilibrio con otras dimensiones más ideales o
espirituales de la existencia-, se volviese casi lo único que había. Usted
comenzase a sentir que lo único que importaba era el dinero, lo material, el
ser mejor que el otro a fuerza de exhibir superioridad en fotografías de cosas,
de posesiones, de cuerpos. Tener un cuerpo superior al de los demás es uno de
los diosecillos de esta época de gimnasios y spa, operaciones e implantes.
Tener el cuerpo “que yo quiero tener” es el premio final, amenazado por el paso
del tiempo a una velocidad inevitablemente mayor que la de todas las
intervenciones externas que sobre él se puedan intentar. Esa es una de las
tantas fuentes de la desesperación constante que es marca de la época.
Hay
fenómenos más complejos que este, pero a la mayoría no le interesa siquiera
pensarlos. En un mundo de creciente concentración del poder a nivel global,
unas tecnologías de comunicación que fragmentan el tiempo en miríadas de
sucesiones inconexas paralelas le vienen bien a ese poder de algunos modos, mal
de otros.
Los
modos en los que le viene bien tienen que ver con la pérdida de sentido
histórico y coherencia lógica de la mayoría, lo que favorece mucho el control
masivo por parte de pocos. En un mundo en que la percepción de la realidad
queda fragmentada en millares de narrativas especializadas, nada tiene que ver
con nada. Al “profesional” le interesa solo lo que ocurre en su burbuja de
saber, y para lo demás existen AP y AFP y el Guardian y el NYT, que venden virtud a precio de descuento. Hago lo que
sea para ganar siempre más dinero y obtener más status, y mi conciencia queda
resguardada porque además declaro que estoy a favor de las minorías, y adorno
mi perfil de instagram con la banderita conveniente, el sabor moral de este
mes. La política “me importa un bledo” porque “todos los políticos son
iguales”. Los políticos, esos empleados locales del poder distante, se reclutan
cada vez más entre lo más bajo, ambicioso e ignorante de una sociedad, y
cumplen sin problema su papel de punching
ball. Se les pega en público y en privado,
ellos entran a gusto en ese juego obsceno y responden por twitter, pues
obtienen conocimiento y recordación del público por ello.
La
política ha quedado reducida a una pelea de insultos más o menos anónimos en el
barro de twitter, y la “opinión pública” así constituida reemplaza a la
discusión más responsable y razonable de argumentos que se daba, antes, en el
único medio en el que se puede dar, que es el medio escrito de largo aliento.
Casi nadie más escribe la política ni escribe sus ideas, porque la nueva
situación no requiere de ideas ni de interlocutores. Se trata de gritar todos
en paralelo, cada uno durante segundos, manteniendo así cada uno su puesto en
la gritería, y obtener éxitos tácticos para la renovación mutua de los cargos.
Lo demás pasa en otro lado y jamás va a aparecer al público, al que tampoco le
interesa, siempre que lo dejen seguir ganando su dinero y haciendo su vida y
construyendo más y más status visualizable en instagram.
Ese
es el nuevo pacto, la nueva alianza política de los años dosmil. El poder real,
cada vez más concentrado y con menos barreras, lejos. El poder local, sirviente
del anterior, que acepta ser visto como un payaso, porque la paga y el poder
intermedio que obtiene así, lo justifica. Y el resto, el otrora “pueblo”, y la
clase media alta, media, y media baja -es decir todos los que antes
garantizaban cierta decencia de pensamiento a la política y la sociedad-
jugando el juego del acomodo, el dinero y el estatus.
La clase baja baja no se cuida de nada de esto, y sabe desde mucho antes que
todo es una farsa salvo que logre dar el saltito que le permita entrar en la
ruta del ascenso material.
El
modo en el cual la tecnología informativa fragmentada en infinitas fuentes
alternativas no le sirve a este esquema de poder, es que todavía quedan
en la sociedad -y siempre va a haberlos- personas que, por la razón que sea
valoran, más que lo material y el estatus, otras cosas. En el mejor de los
casos, esas personas valoran la verdad y los hechos reales más que a su propia
vida. Y no hay como comprarlos.
Esas
personas nunca aceptaron los versos posmodernos de que “no hay hechos sino
interpretaciones” -lo cual es en sí una interpretación escolar e ignorante de
Nietzsche- y tampoco creen que la vida se vive mejor cuanto más tenga uno. Dado
que los medios de comunicación son algo prácticamente gratuito en el nuevo
esquema tecnológico, esas personas pueden hablar. Y desde 2005 crecientemente
han venido haciéndolo, sobre todo en YouTube y en sus blogs o medios de
comunicación alternativos. Este es el único elemento importante en el nuevo
esquema global que no es controlable por el resto del sistema. Julian Assange,
una vez más, es el gran modelo global de este tipo de disidencia incontrolada e
incontrolable. Pero tras su estela virtuosa hay miles de personas inteligentes
y valientes en el mundo entero que no han parado de ofrecer investigaciones
valiosas y hechos alternativos.
El
sistema criminal que ha venido a regir en Occidente odia más que a nada a este
tipo de personas y actitudes. La cultura de la cancelación es la forma
institucional y generalizada en la cual el sistema criminal que ha venido a
regir en Occidente pretende reclutar vasallos que peleen por él contra la
información alternativa, y contra todo uso virtuoso de las nuevas tecnologías.
Pretenden mantener el control a través del uso controlador de estas nuevas
tecnologías. Pero cuidado, porque la tecnología de creación de realidades
virtuales, con sus “verdades” virtuales y sus superioridades morales también
virtuales, se les escapará siempre un pelito de las manos. A la larga lo real
siempre pasa a cobrar sus cuentas.
***
Llegamos
así, con esa preparación global y local, al año del señor 2020. Todos sabemos
lo que pasó y cada uno tiene su interpretación. No
me interesa tanto eso ahora. Me interesa sí describir cómo es que creo que
usted pasó a afiliarse al Partido de la Vacuna, es decir, el Partido del Miedo.
Qué pasó en su interior para que usted se afiliase a ese partido. Qué
beneficios sociales se obtienen con la afiliación, y qué es -como dije al
comienzo- lo que ese partido puede dar y no dar.
Desde
luego, aclaración fundamental: no toda persona vacunada se afilió al
Partido de la Vacuna. Lo que aquí se dice, a quien dirijo
estas palabras, es a un porcentaje realmente menor de la población: es a los
militantes del silencio y la negación, que lo hacen o a sabiendas, o por
ignorancia ya indisculpable e inaceptable. ¿Cuántos serían?
En
Uruguay según nos dice el Monitor de Datos del Plan de
Vacunación hay 3.001.473 personas con Dosis 1.
Esa
es la base máxima de los afiliados potenciales al Partido de la Vacuna.
Hay
algo más de 500.000 que nunca nos vacunamos.
Pero
de esos 3 millones, ni a palo son todos afiliados.
Para
empezar, unos 107.000 más se perdieron entre primera y
segunda dosis. Esos
no se afiliaron seguro.
Probaron
con una, y su experiencia no fue grata, y nunca se dieron la segunda.
Para
seguir, un millón se perdió entre las dos
primeras dosis y
la tercera.
O sea, un millón de gentes aceptó la
primera versión de la narrativa, pero cuando se le pidió que refrendase su
afiliación, dijo “paso”.
Solamente
unos 780.000 son los afiliados férreos del Partido de la Vacuna, los que se metieron hasta la Cuarta
inclusive.
Estos
son casi seguro todos miembros, incluso muchos de ellos vitalicios. Si se les
pide que se vacunen cada quince días, lo harán.
Perfecto.
Ese es el grupo duro, ese 22% de uruguayos que militan
fanáticamente en el Partido de la Vacuna,
que “ponen el brazo” por el país -o, mejor dicho, por su miedo y su
tranquilidad moral, adquiridos ambos en el informativo
de las 8.
Pero
no son solo ellos. En el otro grupo hay gente que, aunque no milite ni trabaje
por el Partido de la Vacuna, aunque no “ponga el brazo” ya, sigue usando el
haberlo puesto para obtener beneficios interiores y exteriores. Esos también
nos interesan. Quizá usted sea uno de ellos.
Lo
simple es esto: en una sociedad en la que se vuelve notable, casi absoluta, la
ausencia total de cualquier valor distinto al dinero y el status, cualquier
estrategia que use el miedo y la recompensa en seguridad será exitosa.
Lo
único que puede enfrentar al miedo y resistir a la tentación de una recompensa
material indebida es la fe en cuestiones superiores -generalmente
inmateriales-, y el conocimiento real, que solo se obtiene en un esfuerzo
sostenido y a largo plazo.
La política global, por intermedio de varios de sus
extorsionados y extorsivos politicuelos locales, hizo una movida muy simple al
lanzar a nivel global el Partido de la Vacuna.
Lo que hizo fue lo de siempre: proponer un pago concreto -usted
conservará su trabajo en el peor de los casos; usted mejorará, y quizá mejorará
mucho, si se une activamente a nosotros; y
usted obtendrá cantidades inconmensurables de superioridad moral y
autoconvencimiento por revistar en el lado de los Buenos-, a cambio de
que el ciudadano simplemente acepte algunas premisas, más o menos abstractas. “Defender la Ciencia
contra los negacionistas antivacuna”, o “contribuir a defender la salud de
Todos contra los irresponsables trumpbolsonaristas”, o algo por el estilo.
Y
hacer la
vista gorda ante el autoritarismo, la arbitrariedad y la censura, o incluso
colaborar con ella.
Pero
todo lo anterior no es lo principal.
Lo
principal es que el Partido de la Vacuna es el mecanismo por el cual el sistema
ofreció el reingreso a la fé sistémica a una inmensa población descreída, a una
población que estaba perdiendo.
El
Partido de la Vacuna es la nueva alianza sistémica, in extremis y ya en la última fase de la decadencia,
ofrecida a los desalentados.
Los que propusieron esa nueva alianza -hoy bajo el patrocinio materialista y
anti espiritual del “transhumanismo”, lo hicieron de manera rápida y decisiva,
contando para ello con los afiliados iniciales en cada país del Partido de la
Vacuna: algunos médicos asustados que por primera vez se creyeron masivamente
en la situación de tener que poner en riesgo su propia vida -y que luego
sintieron además que su estatus social de semidioses y sus ingresos y
privilegios de todo tipo podrían ponerse en cuestión si se discutía alguno de
los dogmáticos protocolos que adoptaron e impusieron a la sociedad entera-;
empresarios médicos, laboratorios, y administradores de salud que vieron una
oportunidad maravillosa de ganar cantidades exorbitantes de dinero imponiéndole
a la población que pagase un test mayormente inútil, al que se le dio estatus
de sustituto de la labor del médico y la práctica clínica; políticos y
burócratas de todo nivel, que supieron en las tripas e instantáneamente que o
se plegaban a la gran línea e imposición global, o no tendrían futuro político
alguno. Si se plegaban, tendrían préstamos y quizá -esta ilusión a veces
termina lamentablemente frustrada, como el Ministro Daniel Salinas nos podría
contar- algún cargo internacional de más relevancia. Y la cuarta pata
fundamental en esta mesa chica inicial del Partido de la Vacuna: los grandes
medios de comunicación.
A
la gente honesta que queda en esos medios, se le hizo aceptar que las
imposiciones de 2020 eran un mal necesario, fundado en La Ciencia. Si hubieran abundado los sabuesos, desprolijos en el
afuera pero principistas por dentro que antes había en las redacciones, estas
cosas no habrían ocurrido, o por lo menos habría habido oposición visible. Pero
ese tipo viejo de periodistas ya no se lleva. Los salarios patéticos -o, mejor
dicho, la inexistencia de salarios- los llevó a emigrar a otros lugares, y de
todos modos la mayoría son de generaciones ya pasadas de moda.
Los
periodistas de hoy se visten más lindo, pero no muchos están acostumbrados a
investigar más allá de lo que su comodidad diaria les dicta, y además no tienen
la menor intención de cuestionar ningún sistema real vigente. Cuestionarán lo
que sus patrones ideológicos les indiquen -la religiosidad o creencias
tradicionales de cualquier clase, por ejemplo; o, en general, a la gente que se
desvía del acatamiento a las autoridades sistémicas.
Lo
que ellos quieren es ser aceptados, y ganar más. Hacer carrera diciendo
hábilmente que sí al tiempo que parece que dicen que no.
A
estos periodistas actuales, muchas veces más jóvenes -porque es más facil hacer
marcar el paso a quien tiene aun mucho que ganar-, la idea misma de buscar la verdad de un asunto, aun si
lo que encuentren va contra la moda ideológica y el poder económico, les
es completamente ajena.
Su barrera fundamental es la de la
pertenencia: sólo están dispuestos a ir hasta donde los límites implícitos de
su burbuja de amigos y “referentes” se lo permita.
No son malos: son obscenamente cómodos.
Son intrínsecamente grupales, sociales en
un sentido no de pueblo, sino de “colectivo”, es decir, de la burbuja de los
que piensan como uno y reciben la financiación -y la línea- de la misma fuente.
Nadie les enseñó otra cosa que lo contrario
a buscar la verdad. Se les enseñó y convenció “teóricamente” que la verdad es
absolutamente relativa, y en general no existe, y que por tanto lo único que
queda es la eficacia y el éxito.
Es decir, olfatear de dónde viene el
viento, obrar en consecuencia -siempre a favor del viento-, y obtener los
beneficios de la palmada en la espalda del que les puede dar algo. Después de
todo, ellos sienten que tienen toda una carrera por delante y tienen que
cuidarla. Quieren salir, viajar, y llegar a barrer el piso con una pasantía en
el Guardian, para poderle mostrar selfies en Londres a sus
amigos del colegio.
Para tranquilizar la conciencia de estos ignorantes, el poder inventó un
mecanismo: los fact-checkers.
Estos grupos, todos ellos militantes el
Nuevo Orden Mundial, pero pseudo independientes, financiados siempre por las
mismas fundaciones y emprendimientos ideológicos globales que tienen como
paradigma a la Open Society Foundation, hacen un trabajo que solo alguien
completamente recién llegado de Saturno podría considerar independiente.
Esos
grupos reciben su dinero directamente de las fundaciones mayores comprometidas
con el sistema político de ideología única que es hegemónico a nivel global, lo
que propicia que otras fundaciones similares pero más pequeñas los financien
también. Se forma así una red mundial de cooperación cuyo objetivo es mantener
la línea oficial, tranquilizando conciencias, eliminando cualquier oposición
real, y llenando algunos bolsillos a la vez. El horizonte de gloria de
cualquier “periodista” repetidor de lo que sea que el poder y la moda
ideológica dicten, y los límites de su grupo de pertenencia admitan, es ser
admitido en alguna de esas organizaciones de sanitización de la posverdad.
Convertirse en un superperiodista que está en situación de determinar cuál es
la verdad de un asunto, a cambio de una paga. O sea, son miembros de una nueva
Inquisición. Pero ahora, dado que estos superperiodistas no creen en ninguna
verdad, han convertido a la verdad en una arbitrariedad monológica, movida a plata. Nada más coherente.
***
Ese es el marco. Llegamos ahora a usted. Usted, que en los años dosmil y
dosmildiez anduvo dudando y dejando caer todas sus certezas, porque cada una de
ellas podría ser un obstáculo en el camino de bajar la cabeza y repetir el menú
que se le dicta a cambio de seguir cobrando su sueldo o seguir siendo aceptado
como empresario en el “concierto global” occidental, usted que no es pelotudo y
que entiende que hay que cumplir públicamente con todas las falsedades del
calentamiento global antropogénico y la ideología de género que se le venían
exigiendo, y con los software y los agentes de “cumplimiento”. Y, desde luego,
incluir todas esas mentiras al servicio de un proyecto determinado de control
en sus propios y modestos materiales corporativos y de difusión, porque sino
usted empezaría a desafinar, y eso al final es muy malo para su bolsillo. Lo
digo de otro modo, usted, que aceptó que tiene que pagar una tasa leonina de
sus beneficios al Estado Global y sus lacayos locales para que lo dejen
trabajar, y que a cambio de eso se ha convencido a regañadientes de que eso se
hace por la causa superior de “combatir el lavado” y ser un ciudadano obediente
y perfumado del gran esquema global de centralización monopólica del poder y el
control… aunque usted sabe que todo está corrupto hasta los huesos, y que los
mismos que le exigen cumplimiento a usted son los que lavan a piacere en
Delaware o en las Islas Vírgenes o donde sea, y los que lavan plata del narco
al mismo tiempo que a usted lo mantienen 10 horas en la oficina, y le venden la
coca que le permite luego de eso mantenerse en pie para la fiestita de la
noche, y lejos de sus hijos, para que estos se conviertan también en clientes
de los mismos narcoaliados oficiales que imponen el “cumplimiento”… usted,
digo, estaba un poco cansado de todo el esquema. Porque el esquema está tan
corrupto y es tan hueco que no daba más.
Ni siquiera usted -que no tiene un fondo espiritual o de convicciones
demasiado admirable, convengamos- estaba conforme con las cosas como eran.
Usted estaba incómodo porque su ideología estaba deshilachada y ya no cerraba.
Si usted había sido de izquierda, extrañaba un poco las verdades absolutas y
los dogmas seguros, y le dolía tener que admitir que sus héroes, llegados al
poder, habían resultado una manga de acomodados o entreguistas, igual que los
de la odiada “derecha”. Si usted había sido liberal de centro, le incomodaba
que los Estados Unidos e Inglaterra pareciesen cada vez más un camblache sin
fineza alguna, lleno de “populistas” -el término politológico que le vendieron
para tranquilizarlo y separarlo a usted de la mersa tipo Trump. Usted añoraba
algún gesto que lo volviese a despegar a usted y su tradición del tembladeral
contemporáneo. Y si usted había sido de derecha, usted ya no sabía a que punto
cardinal aullar su desprecio por el mundo contemporáneo y su caos ininteligible.
Sea cual fuese su orientación anterior, lector cobarde, acomodado y
sistémico a la vez, hacía falta un empujoncito más para hacerlo entrar a usted
del todo de nuevo en el corral sistémico.
Ese empujoncito fue covid. Covid fue una gran herramienta de control. Y la
politización de covid se hizo de modo que reuniese en el corral de lo aceptable
a todo el espectro político, salvo los locos aparentes, y los disidentes de
verdad. ¿Cuál fue la politización del covid? Muy simple.
A la derecha le prometió orden y responsabilidad social si acataba, y que
serían admitidos dentro de un sistema controlado obviamente a nivel global por
la “nueva izquierda”. A los liberales les prometió que un movimiento encabezado
globalmente por el partido Demócrata norteamericano tenía que ser algo bueno y
bastante chic; y, por las dudas, se los amenazó con que, si no aceptaban las
limitaciones evidentes a la libertad que el esquema impondría, se los mandaría
al grupo de los negacionistas irresponsables.
Al final, nuestros liberales son gente profundamente sistémica. No quieren
desafinar, ni les queda rebeldía alguna. Miran el mundo desde una teoría
política actualizada por última vez en los tiempos de Felipe González. Más allá
de eso, no ha ocurrido nada nuevo. La mayoría no solo acató, sino que hizo la
vista gorda a todas las obvias violaciones a la libertad.
En cuanto a la “nueva izquierda”, no hacía falta conquistarla: estaba sentada
en el mando de la locomotora.
Para ella se dijo que covid iba a impulsar la agenda verde y la protección
de los recursos naturales, y que la enfermedad perjudicaba más a las mujeres y
a los queer que a todo el resto. Era una nueva oportiunidad de experimentar con
ingeniería social de última tecnología, y ganar más guita.
En resumen: tecnología sin control, transhumanismo, y sustitución de dios
un escalón más
¿Qué podría salir mal?
A la vieja izquierda, por su parte, se le prometió más centralización
-renta básica universal, dinero virtual controlado centralmente…- más Estado y
más progresismo.
Se le hizo creer que criticar cualquier aspecto de las imposiciones covid
era, básicamente, hacerle el juego a Trump y Bolsonaro.
La vieja izquierda precisaba argumentos simples para poder subirse al tren.
A todos se les prometió que el sistema los arroparía en sus trabajos, en
sus cargos burocráticos o electivos. ¿El precio? Denunciar a los disidentes, y
destruir toda búsqueda independiente de la verdad.
***
La verdad, desde el covid, es solo la verdad oficial.
Lo que los periodistas de la cultura de fact-checking ya habían entendido, ahora lo entendió la masa sistémica.
No hay verdad, el que la busca es un loco. La única verdad es la de los
organismos oficiales, la verdad “científica única” de los políticos de túnica,
de las “Sociedades Científicas” hechas de eminencias profesionales políticas, y
no de científicos de investigación.
La verdad es las hipermegas corruptas OMS, FDA, o la Agencia Europea del
Medicamento.
Digo mal, en realidad, la verdad es la verdad dura de la ganancia.
La verdad-verdad (consecuencia natural de la citada doctrina
filosófica plata o mierda), es Pfizer, y su campaña ecuménica de imposición de su vacuna
experimental, sin control posterior de efectos.
Los gobiernos no se tomaron en serio jamás el control de lo que ocurría con
los vacunados.
A año y medio de su administración, en Uruguay, no tenemos un solo estudio
serio, con grupo de control serio, y llevado adelante por un grupo
independiente y sin conflicto de intereses, sobre las muertes y sus causas,
entre vacunados y no vacunados.
Nada. Niente.
Si le dicen que hay, mienten. Sépalo, al menos. Los expertos uruguayos que
se citan en los medios se limitan, en el mejor de los casos, a repetir lo que
sea que haya dicho la FDA y el CDC.
A los demás, si existen, nunca se los cita en los medios grandes. Y debo
decir que, si otros expertos uruguayos existen, y si saben más, están bien
callados la boca, salvo un puñado que se ha atrevido a hablar anónimamente.
Mientras que en el mundo está lleno de ellos, no hay un solo científico notorio
uruguayo que haya desafiado la narrativa y firmado abajo.
Si hay alguno, estoy encantado de abrirle las puertas de esta revista.
Pfizer prohibió, al momento que vendía su brebaje, los juicios en su contra.
Tomó garantías delirantes de sus compradores. Y dijo: la verdad no existe
más, salvo lo que decimos nosotros. Escuche y repita: la vacuna que le vendemos
es segura, y es eficaz.
¿Cómo se sabe?
Porque nosotros, el vendedor, lo aseguramos.
Cualquiera que vaya contra esto es un enemigo de las Cosas Tal Como Son. Y
las Cosas Tal Como Son es lo que le permitirá a usted seguir viviendo como
vivía, o más o menos peor que eso. No pida mucho.
Eso si usted no se muere. Un porcentaje, menor, (*) se morirá. Mala suerte.
Es el precio a pagar para que obtengamos un mercado cautivo para una
tecnología nueva que aun no funciona bien, y que no ha sido usada antes jamás
en seres humanos.
Si no lo hacíamos así, no lo hacíamos nunca, porque las tradiciones de
regulación no son salvables con esta tecnología, aun.
Si hay científicos que dicen lo contrario y lo demuestran con experimentos,
debemos odiarlos, y cancelarlos. Acosarlos y hacerlos renunciar.
¿Qué se le tuvo que decir a usted para que usted aceptase el chantaje?
Que lo contrario era el ostracismo social, y posiblemente la “muerte por
covid”.
Usted olfateó que los políticos estaban siendo extorsionados para imponerle
a la población medidas destructivas de todo, y probablemente olfateó que a
usted también lo estaban extorsionando. Pero muy en lo hondo de su alma usted
tomó una decisión que usted no se confiesa a sí mismo, porque si se la
confesase su entera dignidad humana queda en el precipicio.
Usted aceptó y bajó la cabeza.
Dijo sí, y puso el brazo.
Y encima de eso, para no estar mal con su conciencia, usted se encargó de
adoptar para sí la ideología de su chantajista, su nuevo dueño.
Usted acosó a compañeras de trabajo por no vacunarse como usted.
Usted dejó de ver a parientes buenos, que nunca le hicieron nada, porque no
quisieron vacunarse.
Usted aplaudió al GACH con sus errores
y su labor diaria de correa de transmisión de esos intereses corporativos y
distantes.
El Partido de la Vacuna hizo el milagro de la unión de “todos los
orientales” -no son todos,
ni mucho menos- bajo el estandarte
del miedo, que tiene una calavera cruzada con dos jeringas.
Muchos lo hicieron de buena fe, al principio.
Pero ahora, después de que es público
que hubo un 24% de exceso de muerte en el
Uruguay en el año 2021
no explicable por covid, ya no hay buena fe.
Y ahora que sabemos -tengo los datos oficiales que pedí a MSP
- que tuvimos un exceso de muerte de 40% en el primer trimestre de
este año 2022,
cuando los “muertos covid”
-siempre parcialmente exagerados-
no llegaban a una fracción de los de mayo de 2021,
ya no hay tanto espacio para la buena fe, y hay más de voluntad de no
saber, y de olvidar, y de censurar.
Y esos tres meses citados de 2022, son
meses de pleno verano,
cuando el promedio de muertes es menor
que en otros períodos del año…
Cuando todo esto se sabe, usted sigue empujando para que nadie diga nada,
para que el episodio quede atrás, para que no se hable más del asunto. Le
estamos informando: hay un exceso de muerte escandaloso.
En 2021 murieron casi 8000 personas de más respecto al promedio de los
últimos 10 años
(41000 y pico en lugar de 33200, que era el
promedio de los últimos 10 años normales).
De las cuales solo 5000 fueron “covid”,
y en realidad no sabemos ni si la mitad
de ellas lo fueron, porque “muerto covid” es cualquier muerto por cualquier
causa -de cáncer a accidente de tráfico- con un pcr positivo.
Y la pcr, tal como se la aplica para este fin, da falsos positivos a
granel.
¿De qué murieron los 3000 uruguayos restantes?
¿De qué están muriendo este 2022 miles y miles de ciudadanos en todo el
mundo, tal como lo revelan todos los sistemas de reporte de fallecimientos,
puesto que no mueren por covid?
¿Cuál cree usted que es la causa de la
epidemia de infartos y problemas de coagulación y cánceres masivos fulminantes
que se están viendo?
Usted no lo sabe.
Lo único que implora es que sus jefes en
el Partido de la Vacuna, es decir,
las cuatro patas más responsables
-científicos
empresarios y
tecnócratas de alto vuelo,
políticos y administradores,
médicos y personal sanitario,
y prensa alcahueta de todos los
anteriores-
no hablen.
Que no vayan a abrir la boca.
Y no lo harán. Hay un pacto de silencio
que recorre a la sociedad de arriba abajo.
Nadie quiere que se toque el tema. Y no
se tocará.
Se seguirá enterrando a la gente.
Usted seguirá enterándose todas las
semanas de que alguien que se vacunó “con la Pfizer” tiene “niebla mental”, o
que su salud se deterioró inexplicablemente de la noche a la mañana, o que otro
joven sano se cayó redondo con un infarto masivo, o que el abuelo ya veterano
que la llevaba bien tuvo un bajón repentino y sigue sin salir de él. Son todas
cosas casuales.
Cosas que pasan. No se atan los cabos, ni
se atarán.
El Partido de la Vacuna hizo el milagro de la unidad en la complicidad.
Los políticos que usted despreciaba ahora precisan de usted para mantener
sus cargos, y usted necesita de ellos para que el error colectivo no salga a
luz, para que usted no tenga que admitir ante aquel pariente rompepelotas y
negacionista que usted se equivocó.
Que la Ciencia no era tal.
El programa único sintético del Partido de la Vacuna se reduce a un solo
objetivo común:
Silencio.
Sepa que usted no tenía razón. Usted fue engañado.
En marzo de 2021 le vendieron
que la vacuna era 94% eficaz para prevenir el contagio,
y 100% eficaz para prevenir la muerte.
He aquí el gráfico de muertos vacunados en el período enero, febrero, y
marzo de 2022.
Datos oficiales MSP solicitados por nuestra revista eXtramuros, pedido
001.3.4323.2022:
Dígame usted donde está la prevención del 100% de “internación y muerte” que la vacuna ofrece.
No está.
Tampoco se apure a sacar la conclusión de que
“con un 84% de la población total
vacunada, que muera la mitad de vacunados es un testimonio a favor de la
vacuna”.
No lo es, porque lo que usted está viendo es una fotografía del momento
final,
pero los que iban falleciendo (GRAFICAR)
lo hacían al mismo tiempo que se iba cubriendo a la población durante un
tiempo largo,
y cuando moría buena parte de estos que salen en la foto,
los vacunados eran muchos menos que el 84%.
Tampoco los grupos etáreos tienen el mismo peso en el total, con lo que las
proyecciones ligeras no son válidas. Lo que es válido es:
casi la mitad de los muertos por covid19 estaban vacunados con una vacuna que prometía protegerlos
de “la enfermedad grave y la muerte”. Cuénteselo a todos esos fallecidos
vacunados.
Pero además, en el mundo entero la eficacia de la vacuna es irrisoria, y
solo tiende a disminuir con cada dosis.
La eficacia no es del “94%” como le dijeron sus referentes de Pfizer y la
FDA. Es negativa. Vea.
Pero además, pese a los altos porcentajes de
vacunados,
la muerte sigue subiendo,
no solo en Uruguay,
sino también especialmente en los países más vacunados del mundo.
Vea lo que pasa en Europa, con altísimas dosis de vacunados en todos los
países, según el sistema europeo de seguimiento de muerte al que están
afiliados todos los países de la UE, Euromomo:
Exceso de muerte acumulada por semana,
Europa, todas las edades
¿Usted cree que los fallecidos son solo los
viejos?
Vea lo que pasa en el grupo de 0 a 14 años:
y en el de 15
a 44 años:
¿Para qué seguir? Usted no se convencerá, pero siga usted este hilo twitero
macabro e inconveniente
(antes que lo censuren) que le muestra el exceso de muerte que están
sufriendo muchos países, hoy;
¿De qué mueren?
¿Cree usted que un exceso de muerte grosero, NO covid, está provocado por no haber ido a tiempo a hacerse análisis de rutina?
¿Cuál cree usted que es el porcentaje de
población total que se hacía esos exámenes preventivos cada año?
Vea por fin a dónde lleva la vacunación
en países con datos públicos más actualizados que el nuestro. Este es el
porcentaje de casos, hospitalización y muerte de vacunados versus no vacunados
en Inglaterra, una semana del último invierno boreal.
¿Dónde está la protección que ofrece la
vacuna?
Le pongo adelante de la cara
estadisticas del país que usted admira por encima de todos los demás, para que
no me diga que son malas estadísticas.
A estar por las declaraciones de nuestras autoridades de salud pública y
nuestros expertos, todos ellos referentes naturales del Partido de la Vacuna,
las mismas vacunas que en Inglaterra funcionaron horriblemente mal, en Uruguay
funcionaron fantásticamente bien.
Usted puede reaccionar a lo anterior de muchas formas.
Negarlo es la más probable, con cualquier excusa que se le ocurra.
O puede pensar que los servicios de salud británicos mienten en su propia
contra, mientras que las autoridades locales -que además, sin haber estudiado
seriamente un solo caso, salen a decir
“no existe ni un solo muerto por la
vacuna en Uruguay”- dicen la verdad en su propio favor.
***
Sé que ningún dato lo convencerá, porque
su resistencia a los datos se ha vuelto inversamente proporcional a la
resistencia de su sistema inmune a cualquier porquería vulgar.
Pero es peor. Ahora usted le tomó el gustito a estar en el partido de los
ganadores, es decir, estar en el lado de aquellos a los que la tele, El Observador y La Diaria, al unísono, le dan la razón.
Usted no cree ya en las diferencias políticas entre izquierda y derecha.
Usted sabe que sus amigos de izquierda y de derecha han reemplazado ya en su
corazón las viejas ideologías,
por la ideología universal del Partido de la Vacuna.
Ser del Partido de la Vacuna, le han vendido, le garantiza estar del lado
de la Mayoría,
del lado de la Tecnología, del lado del Transhumanismo, del lado del Futuro
Moderno.
¿Le parece mucho lo que digo?
Siempre se puede seguir tapando lo intapable, y agachando el lomo. Con el
tiempo usted probablemente tenga razón y de alguna manera, catástrofe
humanitaria más, catástrofe humanitaria menos, toda la canallada del test PCR,
del Covid “peor pandemia de la historia”, del “alto riesgo de muerte de los
jóvenes y los niños y las embarazadas”, de “vacúnese usted para prevenir la
enfermedad en otro”, de “nos buchoneamos entre todos”, pasará desapercibido
como un período curioso de locura colectiva que quedó en nada. Los que
perdieron su trabajo ni se dan cuenta que es por las medidas, que no
previnieron nada ni eran necesarias. Y si se dan cuenta, no tienen la fuerza ni
cohesión suficiente como para reclamar. Y sobre todo los que siguen perdiendo
su vida, como consecuencia de la locura maligna que usted apoyó por acción u
omisión, no se van a levantar de sus tumbas a acusarlo.
De todo este episodio usted sacará un día algunas conclusiones duras, que
no le confesará a nadie.
Le adelanto algunas.
Usted tuvo miedo y,
con tal de que el Estado y un grupo de técnicos lo
salvasen de una amenaza supuesta,
estuvo dispuesto a negar cualquier hecho incómodo,
cualquier voz no autorizada por sus amos.
Usted tuvo miedo a buscar audazmente explicaciones a
hechos públicos anómalos y gravísimos.
A transferencias de dineros públicos groseras y sin
ningún control a manos privadas.
Usted vio como se imponía al país una revolución
tecnocrática autoritaria desde arriba,
y se hizo el sota.
Usted aplaudió aliviado cuando el poder político
aplastó al único miembro del poder Judicial
con los huevos en su sitio como para observar que un
contrato secreto impuesto a un país representa una grosera violación del
ordenamiento jurídico.
¿No se dio cuenta que estaba aplaudiendo un nuevo
retroceso de un mecanismo fundamental
del control republicano?
Usted estuvo y está dispuesto a escurrir la
responsabilidad por todo lo que pasó,
y a no pedir cuentas a nadie de los responsables.
Usted, que está pronto a reclamar por cualquier injusticia imaginaria contra
una minoría,
se niega a reclamar contra una injusticia real contra
la mayoría,
incluido usted mismo.
Usted se ha vuelto un experto en desviar los temas que
no prueban su verdad.
Usted es un mago en el encogimiento de hombros.
Negar ya es no solo una nueva capacidad que usted
tiene,
sino que además usted ahora es experto
en proyectar todo lo que tiene adentro usted,
sobre otros, llamándoles negacionistas, inventando que
son “antivacunas”.
Y la frutilla arriba de la torta: usted se hizo parte deliberada o no del
Partido de la Censura.
Ya le agarró el gustito a que nadie moleste su burbuja, la verdad ínfima y
falsa de su burbujita, dentro de la cual “todavía puede viajar”, todavía
conserva su trabajito, y todavía
puede hacerse la ilusión de que vive en una democracia decente,
cuya máxima expresión global son Biden, Harris, Blinken, Nuland,
y su maravilloso y para nada homicida Partido Demócrata.
El Partido de la Vacuna
es el Partido Demócrata del Mundo, el Partido del
Miedo,
el Partido de la Censura, y el Partido del Acomodo.
Usted es uno más de ese porcentaje, menor quizá, de uruguayos que prefirió
afiliarse a eso,
antes que ser un ciudadano al menos digno en su silencio.
En resumen, usted es miembro de una minoría canalla pero empoderada,
que le está imponiendo -y quién sabe por cuánto tiempo más le impondrá- al
resto de la sociedad,
a la gran mayoría, la cobardía y el delirio aterrorizado de negar los
hechos,
caiga quien caiga, para mantener el sistema homicida en que vivimos
funcionando como si nada.
Lo que el Partido de la Vacuna, el Miedo, el
Acomodo y la Censura
nunca podrá darle, es la decencia de saber que usted no se ocultó nada a sí
mismo.
Nunca. Aun está usted a tiempo de desafiliarse.
(*) Quienes piensan que somos delirantes que creemos que “todos los
vacunados morirán”,
o alguna
idiotez por el estilo, les respondemos que jamás lo creímos, ni lo dijimos, ni
lo insinuamos.
Lo que
decimos es que hay una cantidad significativa de gente cuya salud se ha venido
abajo, después de vacunarse,
ante la
mirada silenciosa y el “no entendemos lo que está pasando” del sistema de salud
entero.
Lo que nosotros observamos, apoyados en especialistas respetables,
es que la
relación riesgo-beneficio de estas vacunas en particular, es indefendible.
Respondemos,
además, con la siguiente cuenta sencilla.
En Uruguay, según el MSP, 3.001.473 personas recibieron la vacuna al día de
hoy, 2 de octubre 2022.
Digamos que el 99% no tiene el más mínimo efecto
secundario negativo.
Pues el restante 1% son 30.000 personas.
Para que
usted tenga la magnitud de esto,
sepa que en el Uruguay fallecen, anualmente, 33.200 personas en promedio.
Pero está bien, digamos que un 99.5% de los vacunados salen perfecto de la
experiencia,
y sólo un
0.5% se daña.
Ese 0.5% son 15.000 personas: tres veces más que los “muertos Covid” de todo 2021.
¿Le parece mucho 0.5%?
Está bien,
entonces
digamos que sólo un 0.1% de los vacunados tiene
efectos secundarios graves.
Pues si un
99.9% de los vacunados no tienen ningún efecto secundario,
pero el 0.1% muere, son 3.000 personas.
Es decir, más
de la mitad de los “muertos Covid” de 2021.
Y el exceso
de muerte “no Covid” de todo 2021.
Ese es el riesgo de vacunar a toda la población con un líquido
experimental.
Si usted cree
que la ecuación riesgo-beneficio está asegurada, usted no está suficientemente
informado.
Lo que digo
está probado repetidamente AQUI Y AQUI Y AQUI -y en muchos
otros estudios que ni vale la pena ya citar.
El riesgo beneficio es malísimo: es mucho más probable
ser perjudicado por la vacuna,
que salvarse de morir por covid gracias a la vacuna.
Imagen principal: video de la
actriz canadiense Jennifer Gibson,
con parálisis de Bell a consecuencia de su vacunación, que puede ser
visto aquí
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